8 de febrero de 2015

Simof, Lina y mi síndrome de Stendhal

Queridas amigas.

Todo ocurrió cuando me puse a indagar qué tal fue la jornada del jueves en Simof 2015. Todo iba bien hasta que llegué al desfile de Lina. Empecé a ver con qué maravillosa colección nos deleitaba un año más la sevillana firma de moda flamenca y, de repente, empecé a sentir como se elevaba mi ritmo cardíaco, tenía palpitaciones, temblores, vértigos, me encontraba saturada, mi mente no funcionaba bien, no podía ni pensar. Asustada, además de guiada por mi hipocondría, consulté en Internet qué es lo que me pasaba, marcando el 112 en móvil de manera previsora por si mi página de cabecera sobre enfermedades me diagnosticaba un infarto o vete tú a saber que enfermedad caribeña que me llevaría a la tumba. Sin embargo, la palabra que apareció en mi ordenador fue la siguiente: Síndrome de Stendhal. Dichos síntomas aparecen cuando una persona es expuesta a obras de arte, una reacción ante la acumulación de belleza. Tuve un orgasmo mental producido por trajes de flamenca de una extraordinaria belleza. Ni con desfiles de Chanel me ha pasado esto. 

Lina nos muestra trajes de flamenca de todos los tipos, para todos los gustos, todos, de una forma u otra, con aire setentero. Si hay algo que me gusta de Lina, es que innova dentro de lo que se puede innovar. Siempre hemos escuchado que "el traje de flamenca es el único traje regional que admite cambios, sujeto a la moda". Sin embargo, a más de un diseñador se le ha ido la mano algún día que otro innovando, perdiendo el traje de flamenca toda su esencia. Esto no ha pasado con Lina en este desfile.

Podemos ver en su colección vestidos con estampados florales totalmente setenteros, cortes que nos transportan a esos años, mangas abullonadas, escotes rectos. No son estampados o cortes básicos de un traje de flamenca, pero comprobad como dichos vestidos mantienen la esencia de nuestro traje regional.

Flores con aire romántico en sus estampados.



Vestidos que nos recuerdan a aquellos de nuestras madres que encontrábamos de pequeñas en los armarios de casa de la abuela y amenizaban nuestras mañanas de juegos. 


Personalmente, adoro este blanco con lunares rosas. Básico, sencillo, tobillero. Perfecto. Adoro la forma del mismo y la maravillosa disposición de sus enaguas, sello de identidad de Lina. Estoy enamorada. Así de simple.

Aparte del anterior, en esta colección los lunares se tornan blancos sobre fondo negro y viceversa, atreviéndose incluso a mezclar este estampado con motivos florales de los mismos tonos. Además, acierta al combinar vestidos lisos con mantoncillos negros y blanco a lunares, dándoles a éstos vestidos, por lo general más serios, un punto más divertido, un aire más flamenco. Bueno, quizás "serio" no sea la palabra, tampoco "soso", vosotras me entendéis.


Y finalmente, la elegancia se cuela (si es alguna vez no ha estado presente en este desfile) para sus vestidos pensados para la noche. Tonos negros, gasas, mangas de encaje, elegancia, los volantes van desapareciendo...




Espero que a estas alturas de la entrada estéis buscando en vuestra página web médica de cabecera qué es lo que os pasa. La colección de Lina lo merece. Ahora ya sabéis, a ahorrar y ponerse de meta la adquisición de uno de ellos. A dejar las cervecitas y las copas de vino por una temporada. Si os apetece salir (que ya hay que tener ganas con este frío), a dar paseitos por el parque con el muchacho que os habla, que es gratis y además es lo que hacían nuestras abuelas y mirad el tiempo con el abuelo. Pues eso.

¡Besitos!







23 de diciembre de 2014

Queridos Reyes Magos.

"Queridos Reyes Magos". Sí, queridos, muy queridos, pero sólo os acordáis de ellos una vez al año. Le escribís uno de los 365 días del año (366 para bisiestos) sólo y exclusivamente para pedirle cosas. ¿Se os ha pasado por la cabeza escribirles en agosto para preguntarles cómo están? Quizás Melchor ha pasado una mala racha debido a la gripe, Gaspar se ha presentado a las pruebas del First, o Baltasar está deseando de poder contarle a alguien el crucero que realizó por los Fiordos Noruegos. ¿Pero os importa? No. Sólo pedís y punto, recalcando en vuestra carta que "os habéis portado bien". Vergüenza me daría a mi.

La Navidad llegó hace mes y medio (o dos meses me atrevería a decir), desde que en la tele ya empezamos a ver los anuncios de perfume, turrón y, como no, el de la Lotería. Digáis lo que digáis, yo sigo echando de menos al calvo de siempre con la banda sonora de Doctor Zhivago. A unas últimas, tampoco me disgustaba los anuncios de Loteria con la música de Eduardo Manos-Tijeras, Llamadme insensible, pero no he llorado al ver el anuncio, no he encontrado motivos para llorar ante la conducta pueril y envidiosa del protagonista, que no quería ir al bar a por su carajillo diario  porque a él no le había tocado la loteria. Tampoco he llorado ante el mensaje encubierto de "o compras Lotería de Navidad o puede ser que le toque a todo tu barrio menos a tí". Bueno, por este mensaje si lloré ayer, cuando vi que me había gastado dinero para nada, que no me había tocado ni "lo metío".

En fin, en teniendo salud....

La Lotería no es más que la entrada a esos días de locos llamados "Navidad". Comidas de empresa, comidas con amigos, comidas con la familia, parece que no quedamos a comer con nadie en ninguna otra época de año. Esto, queridas amigas, no sólo afecta a nuestro maltrecho cuerpo invernal, sin duda alguna con algunos gramos más que en el verano (o al menos espero que sólo sean gramos respecto de mi peso en la época estival).

Y un día, viendo el enésimo anuncio de perfume en la tele te acuerdas de algo: "tengo que comprar los regalos de Reyes". Sí, porque debes comprarlos tú ya que en toda tu existencia no te has molestado en fortalecer ese vínculo postal que te unía a los mismos y claro, a ellos les duele y la relación acaba enfriándose, reduciéndose a una carta al año respecto a la cual sus majestades hacen caso omiso. No se molestan ni en traerte carbón. Y sales a la calle de shopping...

Sin embargo, al cabo de media hora acabas comprando los primeros regalos que pillas, da igual la talla que sea (la tarea de engordar o adelgazar ya es competencia de tu madre), da igual cómo huela el perfume (tú papá te quiere tanto que se lo pondrá hasta que le se lo escondas, consciente de tu atentado contra los 5 sentidos en general) o que tu hermano ya tiene un videojuego igual (de todos modos lo iba a vender en Ebay al poco tiempo). Estás hasta el mazapán de  sufrir empujones, atropellos de gente, de carroñeros que dan vueltas a tu alrededor esperando el momento en el que sueltes el jersey que le quitaste justo en el momento en el que se disponía a cogerlo y, finalmente, de los villancicos de Raya Real como hilo musical.  Si a esto le sumas el resfriado descomunal con el que te despertarás al día siguiente debido a que la temperatura de la calefacción de las tiendas está  puesta en "modo Córdoba en el mes de julio a las 5 de la tarde", tu tarde de tiendas se convertirá en una experiencia que no querrás repetir hasta el año que viene, cuando el cerebro haya olvidado todos los detalles de sufrimiento como medida de autoprotección.

Pero todo tiene su recompensa. Y vale que los Reyes Magos han pasado totalmente de tu casa. Te lo mereces. Hasta lo entiendes. Pero eso sí, mucho cuidado con que tus padres y/o familiares hayan olvidado que te has portado bien durante todo el año (o, al menos, que les has comprado un regalo).



Cosa distinta es con el novio. Claro, si está Mariah Carey todas las Navidades diciéndome que " all I want for Christmas is you" y, siendo yo tan rematadamente romántica (aunque el término apropiado es pava) que a veces ni si quiera me aguanto y me tengo que acostar por no escuchar mis pensamientos; ¿qué pensáis que es lo que yo más quiero en Navidad? Pues eso. 
Dato: siempre he querido ser una negra de gospel por culpa de esta canción. Espero cumplir ese sueño algún día,

Aunque bueno, puestos a dejarnos guiar por canciones, adoro la de "Single Ladies" de Beyonce, sobre todo la parte de "you should have put a ring on it". Puestos a pedir y a influenciarnos por canciones...Y claro, esto no te lo puede traer ni Melchor, ni Gaspar ni Baltasar ( a no ser que tu muchacho que te habla tenga uno de esos tres nombres, entonces me callo).


Y es que, por mucho que lo neguéis, en el interior de cada una de nosotras siempre habitará un pequeño Gollum en busca de un anillo.

Dicho todo esto, sólo me queda desearos una muy feliz Navidad. Y recordad queridas amigas: los Reyes Magos están más atentos que nunca a vuestras conductas.

¡Besitos!








2 de noviembre de 2014

El Paseo del Terror.

Queridas amigas.

Sí, he vuelto. Tranquilas, no me ha pasado nada, sólo  que pensaba darme un periodo de vacaciones. Iba a ser un periodo pequeño, dentro del verano, pero claro, como a Dios este año el verano se le ha ido de las manos, a mí, mi periodo vacacional veraniego en el blog, también.

En este periodo de inactividad, además, he emigrado. Sí, me he ido de casa. He dejado el pueblo, me he ido a la capital y, cuando digo capital no me refiero a Madrid (¡Dios me libre! Con lo Paco Martinez Soria que puedo ser), sino Córdoba. He dejado a papá y a mamá sólo como actividades de fines de semana, en los que voy a por comida y todo lo que pille en la despensa.

Y precisamente a mi cambio de aires se debe esta entrada, a un inocente paseo que un día decidí darme por el centro, dispuesta a superar el aforo máximo de mi maltrecho armario. Donde caben 2, caben 3. Yo iba ilusionada, entusiasmada, dispuesta a usar la tarjeta más que a sacar del cajero, pues había cobrado. Quería ir mona, que mis enemigas me miraran con envidia, que mis enemigas que se hacen pasar por amigas también, y que mis abuelas y mi novio me recordaran lo guapa que voy. Y empecé mi recorrido, dispuesta a recorrer la calle Cruz Conde como si de Julia Robberts y Rodeo Drive se tratara.



Así entré en Zara. Dispuesta a que las trabajadoras del probador no tuvieran tabla con indicación de número de prendas para mí. Sin embargo, no fue así. ¡Ni mucho menos amigas mías! Pues aunque yo buscaba cosas bonitas, no sé por qué, mi mirada se paraba en las cosas más estrafalarias habidas y por haber. Prendas propias de llevarlas de pueblo en pueblo como una exposición de los horrores que el ser humano es capaz de crear. Una llamada a la precaución, a la sensatez y un grito de socorro desde las profundidades del infierno, allí donde no llega el buen gusto.


Y así, llegué a ver esto. 

Efectivamente queridas amigas, si alguna se estaba preguntando dónde se abastecía de botas Eduardo Manostijeras, le he desvelado esa incógnita. No sé que me disloca más de estas botas, si las cadenas o el diseño inspirado en las botas de los mineros de principios del siglo XX de cualquier pequeño pueblecito de Gales.

¿A quién no le gusta la película de Sonrisas y Lágrimas? ¿Quién no quiere imitar el outfit de novicia de la hermana María? El Sr. Amancio te da esa solución y el placer de vestir como una monja sin tener que pasar por el celibato. Esto último tampoco queda muy claro, las posibilidades de ligar así vestida son mínimas, todo sea dicho. Se trata de un vestido recto, sin forma, para que la imaginación de los hombres, tan pecadores como son, no vuele al notarse cualquier tipo de curva de tu cuerpo; de manga larga (muy osado, se ven las muñecas y las manos) y con una largura un poco indecente, pero ¿qué es la vida sin un toque de locura?. Dispones de dos colores distintos: negro y burdeos para las más atrevidas. Puedes combinarlos perfectamente con tus zapatos ortopédicos favoritos y unos calcetines negros altos, de los que se bajan y acaban arrugados en los tobillos, de esos, evitarás así las rozaduras de los zapatos.




Como esto ya era demasiado para mí, decidí ir a tomar una copa para poder reponerme de semejante susto. Me metí en un local con música "chunda chunda" demasiado fuerte, para mi sorpresa, tenían ropa colgada de la pared, descubrí que era Berhska. Los horrores me seguían a todas partes, como si de zombies se trataran, dispuesto a atraparme. Era una pesadilla.

Fue allí donde descubrí que tan cruel es matar animales para usar su piel como abrigos, como hacer abrigos de plástico imitando la piel de los animales. ¡NO AL ANIMAL PRINT! Cariños, dejemos a los leopardos, cebras, leones, etc, en África y, ocasionalmente, como extras de El Rey León. ¿No os basta con la de hienas que tenéis que conocer a lo largo de vuestra vida? Con este abrigo, lo único que pareceréis es una señora que sale de Misa del Gallo con sus pieles, sólo que más hortera si cabe.

El segundo artículo que me llamó la atención fue este:

Si tu novio tiene problemas con el sujetador, complícale más la vida con este colgante.

Aturdida, sin saber que hacer, decidí acabar en H&M. No porque me disloque, excepto algunas colecciones, el resto de ropa es totalmente de guiri, sino por tal de encontrar un sitio donde sentarme. Subí a la zona de lencería, pensando que si me centro en  comprar calcetines no correría el riego de seguir viendo artículos como los mostrados con anterioridad. ¡Qué inocente soy! Allí encontré el artículo más esperpéntico que puedes encontrar: un rollo de fixo, cinta adhesiva, llámalo como quieras. A simple vista, algo normal, aunque un poco raro que esté en la sección de lencería. Hasta que te das cuenta de que es para pegarte los pechos sin necesidad de sujetador. Un objeto, cuánto menos, curioso, más aún para una chica inocente recién llegada del pueblo como yo.


En fin, derrotada, decidí volverme a casa, cabizbaja, triste, habiendo perdido mi fe en la humanidad y en ese gran imperio llamado moda. Sólo me quedaba llorar amargamente la pérdida del sentido de la cordura que la industria de la moda había experimentado. 

¡Besitos!










23 de julio de 2014

No toda la culpa de nuestras altas expectativas en el amor las tiene Disney. No todas.

Queridas amigas.

¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase de que “la culpa de mis altas expectativas respecto a los hombres es de Disney”? Y es que hemos pasado horas (que en conjunto pueden sumar meses) embobadas ante la tele, soñando ser princesas, viendo como se nos presentan hombres perfectos, enamorados hasta las trancas aunque las hayan visto un segundo, dispuestos a dar su vida por ellas con tal de salvarlas (ya sea de una bruja, de un hechizo, de una madrastra con la que no simpatizas, o de una bruja-pulpo con el que se podría alimentar a toda Galicia).


Sin embargo, no debemos culpar sólo y exclusivamente al Señor Disney, Dios lo tenga congelado, pues llega un tiempo en el que dejamos de ver películas de princesas (o al menos no reconoces ante un público abierto que de vez en cuando has vuelto a llorar cuando crees que la Bestia ha muerto). 

Y claro, tú puedes tener un trauma infantil respecto a la búsqueda incansable del “Príncipe Azul”, pero si no le das algunas “dosis de recuerdo”, esta enfermedad va desapareciendo poco a poco y tus expectativas respecto a los hombres volverían a ser más que razonables.

¡Pero no! ¡Nuestra imaginación enfermiza y nuestro débil sentido de la realidad en este aspecto vuelven a ser manipulados! Es cuando aparecen las películas románticas. ¿Quién no ha llorado con el Diario de Noa ni soñado con un amor así? Y claro, es cuando empezamos a soñar despiertas, dejando la imaginación de Ana de las Tejas Verdes a la altura del betún.

Hasta que llega el día en el que, sin entender las razones, te enamoras. Y ahí estás tú, cantando como una tonta “eres tú el Príncipe Azul que yo soñé”, sólo que en tu caso no te acompañan los animalitos del bosque, ni aparece música de ninguna parte, ni cantas bien y, ni mucho menos, aparece tu enamorado para acompañarte en el baile que te estás marcando, quedando delante de la gente como una loca.


Y entonces, fruto de tantas y tantas horas de películas, primero de princesas y después de amor, es cuando te montas tu película. Sí, es la cumbre, el momento en que dan fruto todos los años de dedicación al género romántico. En tu mente todo es precioso y tus indicadores de expectativas han superado tal nivel que han explotado. Ya lo decía Jane Austen en su obra Orgullo y Prejuicio: “La imaginación de una mujer es excesivamente rápida. En un momento salta de la admiración al amor y del amor al matrimonio.”

Y así vamos creciendo nosotras en nuestra relación, con una lista interminable de cosas que esperamos. Las películas han provocado en nosotras el mismo efecto que a Don Quijote los libros de caballerías. Los primeros meses esperamos pacientes, luego vamos tachando cosas de la lista que nos parecieron un poco más exageradas, hasta que, a base de tachar y de esperar la lista acaba llena de tinta, rota, y no se sabe en qué lugar de la Mancha de cuyo nombre no queremos acordarnos.

El amor es caprichoso, mucho. Ya nos lo enseñó Shakespeare en El sueño de una noche de verano. Así que no te agobies si el duendecillo Puck ha hecho de las suyas y tú, al despertar no te encuentras delante con el hombre que las películas te han hecho creer que sería tu “muchacho que te habla”.

No te desesperes si no te lleva de compras como Richard Gere lo hace en “Pretty Woman”, es más, no estará capacitado para aguantar contigo siquiera un cuarto de hora en Zara. Respecto a la escena del piano, yo que tú me conformaría cambiando la idea del piano por el asiento de un coche. Hombre, incómodos son los dos, así que no creo que tampoco tengas tanto disgusto.


No esperes tampoco que te despierte con un “buenos días princesa”, generalmente sólo será un whatsapp en el que te diga que “tiene sueño”.


Que te laven el pelo sólo y exclusivamente pasa en “Memorias de África”. Como mucho te pondrá a regañadientes crema protectora en la espalda porque tampoco es cosa de que pilles un cáncer de piel. Gruñirá más o menos según el nivel de asco que le den las cremas.

No pienses que va a salir detrás de ti tras la lluvia sin paraguas, y más si te comportas como una loca que va detrás de un gato. Aunque quizás si vaya detrás del gato bajo la lluvia.


Desecha la imagen de tu novio presentándose en tu casa por sorpresa con un ramo de flores en la mano. Es más desecha la imagen de tu novio presentándose por sorpresa. Incluso me atrevería a decir que, en determinados momentos, desecha la imagen de tu novio llamando a tu puerta a no ser que poco antes le hayas dicho que ya va siendo hora de que él vaya a verte.


Si lo ves comer “Nocilla”, tranquila, no te van a entrar ganas de quitarle el bote y refregártelo por el cuerpo como te pasa cuando ves a Brad Pitt en “¿Conoces a Joe Black?” con su crema de cacahuete. Al contrario, pensarás "no sabes lo que eso engorda" y, como mucho, le acercarás una servilleta para que se limpie los churretes.


¿Qué tú quieres pasar tiempo con él y te apetece que estéis solos? Él habrá avisado con anterioridad a amigos.

¿Qué hacer entonces? ¿Es culpa nuestra? ¿Suya? ¿De Hollywood? En primer lugar, la culpa sería de Hollywood y Disney, en conjunto, por manipular nuestras mentes, aprovechando, con una vil alevosía, que en determinados días del mes estamos con las defensas de la cordura bajas, muy bajas y las lágrimas muy a flor de piel. En segundo lugar, de nosotras, por dejarnos engañar tan fácilmente por la industria cinematográfica. Finalmente, en tercer lugar (y con ese tercer lugar sólo me refiero a un orden de ideas, no les estoy dejando una culpa menor, en absoluto)  a ellos, a esos especímenes que hacen que seamos capaces de pasar todo un día de mala leche, porque un pequeño detalle no cuesta tanto y no tenéis ni idea del efecto que puede conseguir en nosotras la más mínima tontería (ni sois conscientes de todo lo que podríais conseguir vosotros).

¡Besitos!








8 de julio de 2014

Cuatro bodas y....un vestido.

Queridas amigas,

Ya escribí con anterioridad sobre esa indescriptible situación de la que sólo pueden salir airosas aquellas personas que han nacido para desfilar sobre una alfombra roja de Hollywood. Y digo airosas, que no victoriosas, eso ya sería digno de estudio por esa gente rara que se esconde en una gruta y sale de ella sólo para pillar señal cuando se emite en la tele Cuarto Milenio. Sí queridas, hablo de la boda de una amiga. Esta vez, sin embargo, no hablaré de la novia, sino de las invitadas.

Porque uno de los pensamientos que tenemos cuando nos dan la buena nueva es “¿Puuuffff y yo ahora qué me pongo?” Y preguntas: “¿la boda es de día o de noche?” Dato que a ti no te repercute en absoluto como andes escasa de recursos económicos, pues o te acabas comprando un vestido corto o reutilizando otro anterior. Y qué queréis que os diga, como el vestido sea excesivamente corto y estés soltera, se amortizará por sí sólo.

Una vez conocido este dato, tengas o no tengas dinero, mirarás a diario internet para poder encontrar “el vestido perfecto”, sí, ese que mejor cumple el binomio “calidad-precio” o sólo para “coger ideas”. Sin embargo, debéis desengañaros pronto, no lo vais a encontrar a doce meses de la boda, sino, como mucho, el mes de antes (teniendo en cuenta que no haya rebajas de por medio y esperes a ellas aunque la boda sea al día siguiente). Eso sí, la sensación que te recorre el cuerpo cuando por fin encuentras el vestido ideal, te queda bien y la etiqueta con el precio hace que sonrías, no tiene nada que envidiarle a la de Harry Potter cuando destruye un Horrocrux.
Baile de la victoria

Luego habrá que sumarle peluquería, zapatos, bolso, regalo de boda, pero bueno, no os voy a amargar vuestro orgasmo, más aún si es el único tipo de orgasmo que has tenido durante meses.

En vista de todo lo anterior, para haceros la vida más fácil voy a daros una serie de consejos respecto a cómo ir a una boda de la manera más apropiada.

  1. Empezamos desechando falsos mitos protocolarios y qué mejor que comenzar por un color: el blanco. ¿Quién no ha escuchado eso de “a las bodas no se puede ir de blanco” (léase con voz chillona repelente y, a ser posible, de tu peor enemiga) Pues yo os digo algo: ¡ No me seáis catetas y dejad de haceros las entendidas! Todo en esta vida se puede matizar. El hecho de que no puedas ir de blanco a una boda es porque podrías robarle protagonismo a la novia, por lo tanto, quizás si está peor visto que tu vestido blanco sea largo (y esto si es comprensible, yo nunca lo haría), pero nada impide que vayas a una boda con un vestido de cóctel blanco.
    Aunque claro, esta regla también tiene su excepciones, como por ejemplo, el hecho de que sea una boda ibicenca o, mejor aún, una real excepción: Pipa Middleton y su vestido blanco de Alexander McQueen en la boda de su hermana.

    Pero todo en esta vida tiene su explicación. En este caso, Pipa era la dama de honor de Kate, encargada de llevarle la cola del vestido, por lo que era la manera perfecta de no destacar, de fundirse con el vestido. Además, la niñas que llevaban los canastitos de flores, que más feas no podían ser, llevaban también vestiditos de este color.
    Si vosotras queréis imitar este “estilo real”, sería conveniente que hablarais antes con la novia, sobre todo si es una novialisco, pues una gamba en mal estado podría deslizarse hasta tu plato pareciendo un accidente. Además, la novialisco de turno lloraría nada más verte (sobre todo si vas más guapa que ella) y habría un 99% de posibilidades de que ella se presente vestida de novia a tu boda (el 1% restante sólo supondría que la gamba que comentábamos te ha matado).
  2. No hay enemigo más peligroso que unos tacones. Enemigo y aliado. Todas sabemos lo que estilizan dichos utensilios que, como castigo, Dios nos obligó a llevar el día que tentamos a Adán con la manzana. Pero lo mismo que te ayuda a estar más guapa se vuelven contra ti. Llevarlos es un arte, supone muchos años de aprendizaje, querida padawan. Igual que Luke Skywalker no controló la fuerza de un día para otro, tú no vas a poder ponerte unos tacones de 15 cm y salir viva (o digna) en el intento. Mejor lleva unos tacones que sepas dominar, antes que ir andando con las piernas abiertas, perdiendo toda feminidad, o peor, marcando tu cara en el asfalto cual estrella de Hollywood deja plasmadas sus manos en el Paseo de la Fama.

    Para finalizar otro consejo: un tacón exageradamente alto y al que se le añade muchísima plataforma queda extraordinariamente vulgar, por lo que tu pretendida elegancia brillará por su ausencia y no serás más que una “cani arreglá”.
  3. El mejor complemento: un novio guapo. Además, después de horas y horas de peluquería, maquillaje, llanto porque la peluquera no te ha hecho lo que querías e interminables sesiones de dolorosa depilación necesitas que alguien que no sea tu mamá, tu papá o tu abuela te diga que estás muy guapa. No me mientas, ya dominas tu cara de “falsa timidez” ante dicha declaración por su parte.

    Pero por favor, déjalo si se pone pajarita negra, camisa blanca y se quita la chaqueta (y aunque no se la quite). La mejor forma de disimular y dejarlo a la vez es fingir que lo has confundido con un camarero (créeme, habrá gente que tenga esta confusión si tu novio hace semejante desfachatez).

    Por vuestra parte, también podéis ir dejando esa costumbre de apuntar hacía vuestro “muchacho que os habla” con una pistola para que se ponga una corbata exactamente del mismo color que vuestro vestido. De ahí a ordeñar cabras y conducir vosotras mismas vuestro Land Rover hasta Zara hay un delgada línea fácil de cruzar.
  4. No estamos en Carnaval, no hace falta que váyais disfrazadas. Especial mención hago en este apartado a los tocados y a las mujeres pegados a ellos. Alguno que otro de vez en cuando está bien siempre que la boda sea de día, pero os pasáis cuando lleváis a cada boda tocados que pueden pasar (y pesar) perfectamente por fantasías propias del Carnaval de Tenerife. Evitad también el exceso de complementos. Si Coco Chanel decía que “menos es más” y “ La simplicidad es la clave de la verdadera elegancia” ¿Quién eres tú para pensar que sabes más de estilo que ella?
  5. ¿Vestido largo si la boda es de noche? No necesariamente. Puedes ir perfecta con un vestido corto o tipo cóctel. Desde hace tiempo, además, se han abierto camino sin ninguna dificultad los monos de fiesta.

    Hasta aquí mis consejos de hoy. Hay más, claro que sí, pero no es cosa de escribir aquí una entrada propia de J.K. Rowling. Poco a poco seguiré. Si me permitís un último consejo, llevad siempre bailarinas como repuesto si no queréis volver a casa descalzas, porque aunque peséis que regresáis así

    En realidad estáis volviendo así

    ¡Besitos!  




28 de mayo de 2014

El selfie: ¿moda pasajera o foto cani evolucionada?

El selfie. No hay cosa más peligrosa que eso.

Queridas amigas, hoy vengo a hablaros de un tema de candente actualidad, lo que los modernos han bautizado como selfie, pero que no es más que una variante de aquellas fotos de canis frente al espejo, poniendo morritos ellas y enseñando el torso desnudo ellos. A veces ni siquiera es una variante, sino una foto cani en toda regla.

¿Pero por qué esta moda? ¿De dónde viene? ¿En que contexto histórico surgió semajante fenómeno de masas?

Pues bien queridas amigas, si pensais que es algo moderno, supermolón (¿Se dice supermolón?¿Sí? ¿Se puede decir? ¿No es muy de Manolito Gafotas?) y novedoso, estais muy, pero que muy equivocadas. De hecho, no hay nada más mainstream que un selfie. (¿Habéis visto? He usado una palabra muy moderna, de hipster. Me actualizo, no como Windows XP desde este pasado abril).

El primer selfie no fue hecho con un iPhone, por mucho que lo penséis. NO. ¿Qué pasaba cuando no había móviles, ni cámaras de fotos? Pues fácil: que la gente acudía a su pintor de confianza para que le hiciera un bonito retrato y presumir de D.N.I. Eso sí, tenías que conformarte con el estilo de la época y claro, si es renacentista, barroco, neoclásico o algún otro estilo que se corresponda más con la realidad, estás salvado, como mucho, te pondrán un poco más curvas como acudas a Rubens, o más lánguida si te decantas por la escuela manierista del Greco. ¡Pero ay amiga como te pille un estilo más vanguardista! Y si no, que se lo digan a unas señoritas de la ciudad francesa de Avignon.

Pues bien, si eres un pintor, tienes mucho amor propio y te crees que nadie como tú puede “retratarte”, tienes la opción del autorretrato. Sí, las pinacotecas de todo el mundo están llenas de momentos de aburrimiento de pintores mientras esperaban a que terminaran sus novias de arreglarse, de pintores que pasaron por espejos y se vieron guapos, de pintores que no sabían qué ponerse y se retrataban para enviarle el posible "outfit" a un amigo y que éste le aconsejara y, sobre todo, de la jeta de Van Gogh, con y sin oreja.

Aquí Da Vinci en su foto del carnet de conducir. No le dio tiempo a peinarse.


Durero le mandó este autorretrato a un amigo mediante Whatsapp, preguntando si le quedaban bien los guantes o no.


Van Gogh antes de salir a coger aceitunas con su sombrero de los sulfatos.

Van Gogh haciendo como que trabaja para librarse de salir con su novia.

Van Gogh cuando se dio cuenta de que las orejas estaban sobrevaloradas y se cortó una.


Pero claro, llegaron a nuestras manos las cámaras digitales, aunque esto parece ya algo del Paleolítico -bueno, del Neolítico, del Paleolítico son las de carrete- así como los móviles con cámara, con más megapíxeles que una cámara normal.Y esto en las manos inadecuadas es muy peligroso, como la varita de sauco.

Y así fue como allá por el 2008, en plena efervescencia cani y en los albores de aquella red social española llamada Tuenti que tanto daño ha causado a la literatura, la gramática, el arte, el diseño y a la sociedad en general, encontramos lo que se llamó AUTOFOTO. En ellas podemos encontrar una serie de elementos diferenciadores:
  1. Un espejo de baño.
  2. Fondo con toallas sucias, ropa interior, laca Nelly, gel de baño Heno de Pravia, el wc con su rollo de papel correspondiente y, con un poco de suerte, alguien usando el wc.
  3. Un cani macho sin camiseta o con camiseta muy ajustada, presumiendo de músculos (si los llega a tener, a veces simplemente nos está recomendando no ir a su gimnasio); y/o una cani hembra, con rabillos y morritos enseñando escote.


Primas lejanas de estas fotos, son aquéllas que todos hemos visto subidas en Facebook e incluso Tuenti, bajo el título “haciendo el tonto”. En ellas también podemos ver a diversos personajes, haciéndose fotos ellos mismos también (esta vez sin espejo, recordemos que no son canis), e incluso puede que poniendo morritos. El fin de esta foto es que la gente le dé a “me gusta” y haga comentarios del tipo “Estás muy guapa” elevando así la tasa de mentiras mundiales y haciendo el Niño Jesús pille un berrinche terrible.


Por lo tanto, ¿en qué se diferencian estas autofotos de lo que los modernos llaman selfies? Os lo diré: no se diferencian en nada. Todo aquél que se las haga bajo el título de “selfie”no es más que un cani disfrazado de moderno, además de tener un grave trastorno en su personalidad y en su grado de madurez.

Finalmente está otro tipo de selfie: el que te haces con tu novio (pareja, chico, muchacho que te habla) o con tus amigos. El primero consiste en dos caras sonrientes o besándose (en la mejilla si sois más puritanos y dependiendo de cómo sea el beso en los labios tendréis más probabilidades de ir al infierno o no). El segundo, en un montón de gente intentando caber en un espacio mínimo, da igual que esté la Torre Eiffel de fondo o el mismo Dios, tenéis que caber todos, se vea o no el sitio dónde estáis, ya lo pondréis en el título de la foto para que se sepa. Y la pregunta es: ¿no es más fácil darle la cámara o el móvil a alguien y que esa persona te haga la foto? La respuesta es NO. El robo de cámaras y móviles por grupos de delincuencia organizada constituidos por señoras que han sido adoctrinadas por Juan y Medio y sus programas de Canal Sur, así como el hecho de que en cada uno de nosotros habita un pequeño Sheldon Cooper desconfiado y asocial son dos factores que aumentan nuestro temor ante tener que dejarle la cámara a un desconocido durante unos segundos.




En fin, visto todo lo anterior sólo os doy un consejo: tened cuidado con los selfies, en cualquier momento podéis cruzar la delgada línea que los separa de las “fotos canis”. Y recordad: Narciso murió ahogado al enamorarse de su propio reflejo en el río.


¡Besitos!