El selfie. No hay cosa más peligrosa
que eso.
Queridas amigas, hoy vengo a hablaros
de un tema de candente actualidad, lo que los modernos han bautizado
como selfie, pero que no es más que una variante de aquellas fotos
de canis frente al espejo, poniendo morritos ellas y enseñando el
torso desnudo ellos. A veces ni siquiera es una variante, sino una
foto cani en toda regla.
¿Pero por qué esta moda? ¿De dónde
viene? ¿En que contexto histórico surgió semajante fenómeno de
masas?
Pues bien queridas amigas, si pensais
que es algo moderno, supermolón (¿Se dice supermolón?¿Sí? ¿Se
puede decir? ¿No es muy de Manolito Gafotas?) y novedoso, estais
muy, pero que muy equivocadas. De hecho, no hay nada más mainstream
que un selfie. (¿Habéis visto? He usado una palabra muy moderna, de
hipster. Me actualizo, no como Windows XP desde este pasado abril).
El primer selfie no fue hecho con un
iPhone, por mucho que lo penséis. NO. ¿Qué pasaba cuando no había
móviles, ni cámaras de fotos? Pues fácil: que la gente acudía a
su pintor de confianza para que le hiciera un bonito retrato y
presumir de D.N.I. Eso sí, tenías que conformarte con el estilo de
la época y claro, si es renacentista, barroco, neoclásico o algún
otro estilo que se corresponda más con la realidad, estás salvado,
como mucho, te pondrán un poco más curvas como acudas a Rubens, o
más lánguida si te decantas por la escuela manierista del Greco.
¡Pero ay amiga como te pille un estilo más vanguardista! Y si no,
que se lo digan a unas señoritas de la ciudad francesa de Avignon.
Pues bien, si eres un pintor, tienes mucho amor propio y te crees que nadie como tú puede
“retratarte”, tienes la opción del autorretrato. Sí, las
pinacotecas de todo el mundo están llenas de momentos de
aburrimiento de pintores mientras esperaban a que terminaran sus
novias de arreglarse, de pintores que pasaron por espejos y se vieron
guapos, de pintores que no sabían qué ponerse y se retrataban para
enviarle el posible "outfit" a un amigo y que éste le aconsejara y, sobre todo, de la jeta de
Van Gogh, con y sin oreja.
Aquí Da Vinci en su foto del carnet de conducir. No le dio tiempo a peinarse.
Durero le mandó este autorretrato a un amigo mediante Whatsapp, preguntando si le quedaban bien los guantes o no.
Van Gogh antes de salir a coger aceitunas con su sombrero de los sulfatos.
Van Gogh haciendo como que trabaja para librarse de salir con su novia.
Van Gogh cuando se dio cuenta de que las orejas estaban sobrevaloradas y se cortó una.
Pero claro, llegaron a nuestras manos
las cámaras digitales, aunque esto parece ya algo del Paleolítico
-bueno, del Neolítico, del Paleolítico son las de carrete- así
como los móviles con cámara, con más megapíxeles que una cámara
normal.Y esto en las manos inadecuadas es muy peligroso, como la
varita de sauco.
Y así fue como allá por el 2008, en
plena efervescencia cani y en los albores de aquella red social
española llamada Tuenti que tanto daño ha causado a la literatura,
la gramática, el arte, el diseño y a la sociedad en general,
encontramos lo que se llamó AUTOFOTO. En ellas podemos encontrar una
serie de elementos diferenciadores:
- Un espejo de baño.
- Fondo con toallas sucias, ropa interior, laca Nelly, gel de baño Heno de Pravia, el wc con su rollo de papel correspondiente y, con un poco de suerte, alguien usando el wc.
- Un cani macho sin camiseta o con camiseta muy ajustada, presumiendo de músculos (si los llega a tener, a veces simplemente nos está recomendando no ir a su gimnasio); y/o una cani hembra, con rabillos y morritos enseñando escote.
Primas lejanas de estas fotos, son
aquéllas que todos hemos visto subidas en Facebook e incluso Tuenti,
bajo el título “haciendo el tonto”. En ellas también podemos
ver a diversos personajes, haciéndose fotos ellos mismos también
(esta vez sin espejo, recordemos que no son canis), e incluso puede
que poniendo morritos. El fin de esta foto es que la gente le dé a
“me gusta” y haga comentarios del tipo “Estás muy guapa”
elevando así la tasa de mentiras mundiales y haciendo el Niño Jesús
pille un berrinche terrible.
Por lo tanto, ¿en qué se diferencian
estas autofotos de lo que los modernos llaman selfies? Os lo diré:
no se diferencian en nada. Todo aquél que se las haga bajo el título
de “selfie”no es más que un cani disfrazado de moderno, además
de tener un grave trastorno en su personalidad y en su grado de
madurez.
Finalmente está otro tipo de selfie:
el que te haces con tu novio (pareja, chico, muchacho que te habla) o
con tus amigos. El primero consiste en dos caras sonrientes o
besándose (en la mejilla si sois más puritanos y dependiendo de
cómo sea el beso en los labios tendréis más probabilidades de ir
al infierno o no). El segundo, en un montón de gente intentando
caber en un espacio mínimo, da igual que esté la Torre Eiffel de
fondo o el mismo Dios, tenéis que caber todos, se vea o no el sitio
dónde estáis, ya lo pondréis en el título de la foto para que se
sepa. Y la pregunta es: ¿no es más fácil darle la cámara o el
móvil a alguien y que esa persona te haga la foto? La respuesta es
NO. El robo de cámaras y móviles por grupos de delincuencia
organizada constituidos por señoras que han sido adoctrinadas por
Juan y Medio y sus programas de Canal Sur, así como el hecho de que
en cada uno de nosotros habita un pequeño Sheldon Cooper desconfiado
y asocial son dos factores que aumentan nuestro temor ante tener que
dejarle la cámara a un desconocido durante unos segundos.
En fin, visto todo lo anterior sólo os
doy un consejo: tened cuidado con los selfies, en cualquier momento
podéis cruzar la delgada línea que los separa de las “fotos
canis”. Y recordad: Narciso murió ahogado al enamorarse de su
propio reflejo en el río.