Queridas
amigas.
Ya
anuncié la proximidad de la Semana Santa con unos consejos sobre
cómo vestirse de mantilla y no quedar mal en el intento. Como ya me
llega a casa el olor del incieso, llevo una generosa cantidad de
pestiños consumidos (alguna que otra torrija), en el telediario ha
salido ya todo preparado en la Carrera Oficial en Sevilla y mi mamá
ya esta preparando comida a base de pescado (porque aunque sólo se
hace vigilia un día, ella hace para siete), pues yo estoy nerviosa
ya, de ahí esta entrada.
En
primer lugar diré que ante esta semana, existen tres tipos de chicas
(muchachas, mosuelas, mujeres, personas del género femenino, como
queráis llamaros a vosotras mismas):
Aquélla
que se va a una casa rural: sí, esa a la que no le gusta la Semana
Santa y se esconde en un recóndita casa rural en medio de la nada,
en una galaxia muy muy muy lejana, segunda estrella a la derecha y
todo recto hasta el amanecer, en la región septentrional de Mordor,
justo a 150 km del lugar exacto en el que Cristo perdió el mechero.
Allí no existe la Semana Santa, es más, se cree que por esos
páramos la población sigue siendo politeísta y creyendo en
divinidades que representan la naturaleza. Por si no fuera
suficiente, previamente se aseguran de que no haya tele, o en su
defecto, de que no llegue Canal Sur en cualquiera de sus modalidades
(televisión o radio).
La
“capillita”: Su mayor tortura es que la secuestren desde el
Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección en la casita rural
a la que he hecho referencia; o peor, que llueva. Y digo que es peor
que llueva porque si la secuestras en estas fechas desarrolla una
habilidad de escape inusitada, anormal,
insólita, inusual, tal es así que a su lado McGyver es un
mamarracho. Sin embargo, si llueve, se acabó todo y hasta el año
que viene, si Dios quiere (que los últimos años aprece no querer).
Finalmente
nos queda un último grupo: las novias de los capillitas. Son
numerosas las veces en las que se ha escrito sobre el hecho de que
las parejas de estudiantes de medicina, enfermeros, abogados,
historiadores, músicos, geológos, etc. están hechos de otra pasta.
Las novias de los capillitas si que están (o estamos) hechas de otra
pasta, concretamente de masa para hacer pestiños.
Generalmente
son confundidas con las del grupo anterior, es decir, las capillitas.
Grave error. Una capillita nace, la novia del capillita se hace. Y ya
ves si se hace. Poco a poco, año tras año, procesión tras
procesión y lo peor de todo...sin que ella misma se dé cuenta. Así
es como empieza a entender de bandas, Cristos, Vírgenes y enriquece
su vocabulario con nuevos términos como “revirá”, “saya”,
“petalá”, “chicotá”, “carrera oficial” y un sin fin más
del mismo estilo, dignos de ser recogidos en un diccionario especial
“español-capillita, capillita-español”.
Hay
muchos tipos de éstas, dependiendo del estilo del novio, por lo que
las puedes encontrar en distintos escenarios a lo largo de toda la
Semana Santa (quien dice Semana Santa, dice cualquier tipo de
procesión):
- Novia aguadora: Éstas chicas cumplen la función que en el siglo XVII plasmó Velazquez en su obra “El aguador de Sevilla”. Dicho cometido consiste en ir al lado del novio, que toca en una banda de cornetas, botella de agua en mano y bolso grande colgado del hombro, haciéndose así el recorrdo completo de la procesión de turno. Dependiendo del tipo de banda, hay más o menos novias aguadoras. Si es una banda compuesta en su mayoría por personas de variante estética cani, el porcentaje de novias aguadoras será mucho mayor, pues ellas sienten el amor con más intensidad (aunque luego les dure dos telediarios) y donde estén “sus ninios” (como ellas dicen) allí están ellas. Es asombrosa su capacidad de aguantar horas y horas de cornetas (a mí me empieza a doler la cabeza al cabo de media hora, gracias a Dios, mi capilllita es más de bandas de música), y más estupefacta me quedo cuando la banda es mala y aguantan el tipo después de toda esa pelea de gatos. El amor no sólo es ciego, sino también sordo.
- Novia cofrade: Si tu novio es capillita, como mínimo una vez al año eres novia cofrade, pues tu novio pertenecerá a alguna cofradía (ya sea de Semana Santa o de gloria). La función de estas novias es ir a todos los actos de la cofradía con el novio (menos a aquéllos en los que tiene como excusa “me siento mal porque me va a venir la regla, tengo la regla, estoy ovulando o hasta ayer tuve la regla”). Poco a poco acaban integrándose más que el novio y acaban hasta disfrutando. El día de la procesión las podrás encontrar vestidas de mantilla, de nazarenas o, en una clara analogía con las del grupo anterior, haciéndose todo el recorrido.
- Novia de capillita estándar: es el estado natural de la novia de capillita, es decir, aquellos días del año en los que no es “novia cofrade”. No penséis que es sólo en Semana Santa, si es así ¡Qué equivocados estáis! Cuando he dicho que son de otra pasta, es que lo son. Digamos que la temporada de capilleo empieza el miércoles de ceniza (y cada año antes). Ellas se dan cuenta de que está a la vuelta de la esquina cuando, después de estar arreglándose dos horas un domingo, ponerse tacones altos y estrenar un pintalabios especialmente llamativo......El novio llama a la puerta y le dice: “venga, que nos vamos de besamanos”.
Chicas todoterreno, que te aguantan todo el Domingo de Ramos en tacones recorriéndose ciudades enteras. Que el Domingo de Resurrección sólo quieren cortarse los pies, por lo que recomiendo tener una colección de bailarinas para estos casos. Que cuando se compran un vestido, piensan en que puedan ponérselo también si tienen que vestirse de mantilla. Que se conocen a todas las patronas de los ditintos pueblos porque en más de una casión han ido a verlas en procesión.
En
fin, queridas amigas, visto todo esto, ¿qué clase de chicas sois en
estas fechas? ¿algún consejo para las que este año se estrenan
como “novias de capillitas”?
Espero
que todas, seáis del tipo del que seáis, paséis una buena Semana
Santa y que el tiempo acompañe.
¡Besitos!